Abadía de Koningshoeven, en Tilburg, donde se elabora la Trappe.

Abadía de Koningshoeven, en Tilburg, donde se elabora la Trappe.

Peregrinaje a la abadía de Koningshoeven, donde nace la Trappe

COMPÁRTELO
FacebooktwitterlinkedinmailFacebooktwitterlinkedinmail

Hay lugares que deberían considerarse templos, sitios de culto y peregrinaje de todo amante de la cerveza, como es el caso de la abadía de Koningshoeven, alojada en el pueblo holandés de Tilburg, cerca de Eindhoven. Aquí, dentro de estos muros es donde se fabrica la Trappe, una de las cervezas con más carisma, tradición e historia.

Se puede llegar allí de diversas maneras: en coche, ya que está al lado de una de las salidas de la autovía, dando un paseo por los campos anexos mientras se disfruta del entorno y la naturaleza (siempre y cuando el tiempo lo permita, por lo que se recomienda ir a partir de la primavera) y, cómo no, también en bicicleta. En nuestro caso, nada más aterrizar en el aeropuerto de Eindhoven fuimos en coche, directos, y a penas tardamos media hora en llegar a esta pequeña Meca de la cerveza.

Nada más entrar, el visitante se encuentra con una abadía de ladrillo visto, rodeada de campos, un lugar idílico. No es el típico templo que tiene cientos y cientos de años, ya que es de finales del siglo XIX. Apenas se escucha ruido y la naturaleza invita a disfrutar de la contemplación. Quizás sea esto precisamente lo que llamó la atención a los monjes franceses de Notre Dame La Grande Trappe cuando decidieron instalarse en 1881 en aquellas tierras para levantar este sacro edificio y, entre contemplación y contemplación, elaborar uno de los caldos más exitosos, como es la cerveza trapense.

Una vez aquí se puede visitar la fábrica, que no es tan grande como uno pueda pensar para la producción que tienen, ver la iglesia, la zona de catas, los quesos que también hacen (menuda pinta tienen, por cierto) y conocer entresijos, como por ejemplo que la fábrica nació para poder financiar la construcción de la abadía, con una cerveza de baja graduación alcohólica, aprovechando también los cereales que había y sigue habiendo en la zona, los cuales les proveían de todo lo necesario para lograr el éxito en formato líquido. Una zona tan verde como es aquella es un buen lugar para conseguir las materias primas necesarias.

Tony, el guía que nos tocó, simpático a más no poder, nos dejó muy claro que hay una gran diferencia entre la cerveza que allí se elabora y otra holandesa que tiene mucha fama y que mejor ni se nombra (de hecho es como agua en botella verde), tanto por el proceso de elaboración como por el tipo de cerveza que son (está claro que entre una cerveza estilo pilsener y una de abadía hay un mundo y más si se trata de esa pilsener innombrable). Entre otras asuntos, una de las cosas que también se aprenden es que la cerveza Trape estándar tiene doble fermentación: la primera es durante el proceso de elaboración y la segunda se produce en la botella (the second fermentation, in the bottle!!!, nos repetía una y otra vez). Decimos que la estándar porque se han ido introduciendo otras cervezas de triple y cuarta fermentación, las cuales también han ido ganando en graduación alcohólica hasta los 11 grados. Además, tienen una finalidad social, ya que con los beneficios se llevan acabo a programas sociales y tienen un proyecto medioambiental con el que tratan de hacer una cerveza con los recursos propios de la zona, sin tener que recurrir a nada de fuera. De esta manera, se evita tráfico de camiones (evitando CO2) y se fortalece la economía local.

Disfrutando de la Trappe, en la Abadía de Koningshoeven
Disfrutando de una Trappe, en la Abadía de Koningshoeven.

Actualmente hay doce fábricas trapenses distribuidas por todo el mundo (las holandesas Koningshoeven y Brouwerij Abdij Maria Toevlucht; Brasserie de Rochefort, Brouwerij der Trappisten van Westmalle, Chimay, Brasserie d’Orval, Brouwerij der Sint-Benedictusabdij de Achelse Kluis y Brouwerij Westvleteren/St Sixtus, en Bélgica; Saint Joseph, en Estados Unidos la austriaca Engelszell, la italiana Tre Fontane y la inglesa Mount Saint Bernrd) y algunas de ellas de reciente creación. Pero para hacer una auténtica cerveza trapense no es tan fácil y no todo el mundo puede hacerla, ya que para ello hay que cumplir tres parámetros: se tiene que hacer dentro de la propia abadía, tiene que contar con la supervisión de un monje maestro cervecero y la recaudación es para mantener a la congregación y, como ya dijimos, para fines sociales. De hecho, en la de Tilburg hay proyecto de integración con discapacitados, gracias al cual aprenden oficios como el de la jardinería, ayudan en el proceso de fabricación, camareros en el restaurante anexo…

Alguna de las cervezas Trappe que se pueden degustaren la fábrica
Alguna de las cervezas Trappe que se pueden degustar en la fábrica

En este templo al cual hay que peregrinar, podrás disfrutar de las distintas cervezas que hacen, además de acompañarlas de los platos que hacen en el restaurante. Dos de las que nos gustaron mucho son la Isid’or (en homenaje al primer maestro cervecero que tuvieron y al que tantas gracias debemos darle) y, para quienes les gusten la cerveza un poco más suave, la Witte Trappist, ya que es la única trapense blanca que hay en el mercado.

Deja una respuesta